Para la celebración de un aniversario familiar, el clan de los Duff organizó un festejo en un bar-karaoke. En aquel lugar y ante la mirada atónita de todos los allí presentes Hilary cantó Lucky (gran tema de Britney Spears), para lo que lució un estupendo y reflectante vestido de lentejuelas dorado. Pero lo que nadie sospechaba es que el productor de Lizzie McGuire se había filtrado en el local con un carnet falso [Foto 1]. Ahora todos os estaréis preguntando por qué un hombre de tan alta posición social (conseguida gracias a la producción una serie de televisión tan difundida por el mundo), necesita un carnet falso para pasar a un bar-karaoke. Pues bien, la razón es tan obvia como la respuesta a la pregunta ¿por qué un hombre de tan alta posición económica accede a ser productor de una serie de televisión de tan pobre calidad? Una de dos: o bien es uno de esos niños ricos que recibe un millón de dólares de paga semanal para caprichitos (véase crear series de televisión a su gusto), o bien de niño no superó la muerte de Chanquete, ahora es el fan número uno de Ana y los 7 y las autoridades estadounidenses en un momento de clarividencia, se vieron obligadas a negarle la identificación oficial que le acredita como adulto.

Después de este paréntesis continuemos con la historia de nuestra chica-de-la-puerta-de-al-lado favorita. El caso es que el productor de la teleserie que Hil protagonizaba se levantó de su silla del fondo cual personaje bíblico que acaba de ver una aparición (o, para ajustar más la comparación a los tiempos que corren, cual mujer que cree ver la imagen de la virgen en un sándwich y decide sacarle partido subastándolo en Internet). Toda la familia Duff temió que al haber contemplado (el productor) tan deplorable espectáculo (el de Hilary) su querida "retoña" fuera directa a la cola del paro como le sucedió a la primogénita, ya que si él había conseguido ser testigo del evento, también podría haberlo hecho un miembro de la prensa o algún perseguidor de la verdad armado con una cámara de vídeo o, en su defecto, una grabadora de audio; y así se vieran obligados a informar al mundo de lo-que-no-debe-ser-nombrado. Pero no fue esto lo que ocurrió. Esta chocante visión había conseguido lo que interminables sesiones de psicólogos, psiquiatras e incluso hipnotismo habían dado por imposible: hacer madurar al productor de Lizzie McGuire. Así, este hombre comparado en innumerables ocasiones con Steven Spielberg (por aquello de ser un niño grande), se dio cuenta de dónde había negocio, decidió lanzarse a la aventura y producir el debut discográfico de la pequeña de los Duff. La empresa no fue tarea fácil. Dejando de lado todo el presupuesto que se gastaron en filtros de voz y modificadores y correctores electrónicos (que no fue poco), había pocos compositores que quisieran que sus canciones fueran interpretadas por Hilary, o pocas canciones a las que su voz angelical se adaptara. En consecuencia se vieron obligados a rescatar del olvido algunas de las composiciones de la infancia de Haylie. Esto sacó del desconsuelo y la frustración a Haylie para traerle de nuevo el brillo de las estrellas, la fuerza y las ganas de volver a ser rubia. Las hermanas se sintieron más unidas que nunca y aprovecharon la oferta 2x1 de la peluquería del barrio para adquirir la apariencia de La Secta, que no tardó en ponerse en contacto con ellas para darles la bienvenida y la enhorabuena por el lanzamiento del primer disco de Hilary, Metamorphosis [Foto 2].


Esta semana, más.
Fotos extraídas de Google Imagenes
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